jueves, febrero 28, 2008

ECO, EL UMBRAL DE LA LIBELULA (poemas)

ECO

I
En la flaca recámara lamentable se cierra la puerta, pulso reposado;
del otro lado de la sombra, un tintineo de agua que cae: destierro.

II
Abre una ventana el viento un escalofrío que asemeja al recuerdo.

III
Como una fotografía escasa, café, envejecida, atormentada, sin granos de plata:
la sombra de la sombra.

IV
Los surcos de la vejez huyen tras ser sembrados,
bajo el sol se secan candente el sudor,
el delito de la voluntad,
las manos duras, -el maíz se mece en el incendio- ásperas.


EL UMBRAL DE LA LIBELULA

I
El monólogo
de la costumbre, el camino predilecto
de la sombra
sobre el muro, el dren
de los deseos; la escasa costumbre
de conservar la hierba
en las aceras, machacarla
en los juegos
de los niños, retorcidos de la muerte.

II
Divide la carne de los huesos,
con el filo finamente fría,
casi con desprecio,
con dos dedos detiene
el cabello que cae sobre su cara,
y la luz larga dilatadamente por la ventana,
se entromete en los ojos abiertos.

III
El silencio oscila antes
de tocarse -los delirios que atajan
al unísono, coro de un réquiem-,
la música que en el viento, -inquebrantable
la condena- se escucha.

IV
El tiempo
desvanece la piel
en arrugas, una voz
llega
despacio
pareciera
sin
deseos
de
llegar.
El reposo, el fuego apagado
entre las piernas; la quietud involuntaria
del musgo, el olor
de la impertinencia viscosa,
brota una nube negra.


martes, febrero 26, 2008

Telarañas finas (Poemas)

TELARAÑAS FINAS

I
El mundo entero separado en telarañas finas
-que se rompen como palabras-
por delgados hilos senderos y trampas tejido
-al igual que las palabras-.
El mundo las palabras una red un acantilado un laberinto
con minotauro hambriento
donde perderse
donde caer.

II
Las uñas hacen su trabajo
rasgan rompen resquebrajan
espontáneo deleite el sonido del papel en fragmentos
-en fragmentos las palabras-
como cuando un tenedor se pasea por el plato
siguiendo su silueta circular.

III
¿Qué queda?, dar
un paso, una palabra,
atreverse, verse en el espejo de la hoja
ciega y escucharlas, palabras.
dejarlas ahí, revivirla,
culpa del tiempo perdido,
un condenado se acerca a su destino
un paso más, una palabra menos,
no siempre las mismas palabras de despedida
pero siempre el mismo silencio entre las palabras
¿qué queda?, engañarnos,
escribir.

domingo, febrero 24, 2008

DIBUJANDO. FEBRERO 2001

Es difícil aprender viviendo y determinar si lo aprendido ha sido suficiente, lo mínimamente necesario para seguir y antes de poderlo lograr casi siempre se hace de noche; y de noche es cuando más se piensa en la luz. A diferencia de otras cosas la luz transforma todo, ella o su ausencia, siendo la obscuridad la que más nos inquieta. El crepúsculo es el comienzo de la noche y el fin del día, así te convences de que principio y fin son una misma cosa, de que luz y obscuridad son indisolubles. También es de saberse que cada acto tiene tres momentos como cuando veo a Jorge dibujar mordiéndose los labios, primero coloca la hoja y hace unos trazos, luego le da color y al final cuando ha cubierto toda la hoja y esta a punto de firmarla comienza a llover, gota tras gota y de pronto se detiene y mientras yo miraba, dibujaba con Jorge, me mordía sus labios, caía con cada gota y los actos seguían sucediéndose. Ahora esta encendida la luz en la habitación, pero cuando no, dentro es más obscuro que afuera, miro por la ventana, mientras Jorge dibuja ¿escaparme?, ¿alejarme? Quizás también este ahí a dónde vaya, escondida entre las hojas de los arboles, verdes, amarillas cafés que caen; la obscuridad también esta ahí, tras las hojas, tras las bardas, en las calles, en los patios, en las casas, dentro de los cuerpos, en los ojos, dentro de Jorge, dentro de mi brotando como sangre de una vena rota. Vuelvo a mi hoja que es distinta a la de Jorge, y regreso asumiendo que debiera ser así, que las cosas son así como las veo pero me detengo porque tal vez Jorge no dibuja sino habla, y tal vez nada de lo que veo es como me parece, pero no sé. El lápiz en la mano que dibuja sobre la hoja de papel. Yo escribo y estoy tan quieta, tan silenciosa, pudiera actuar pero no lo hago, a veces sí y sé que en el fondo soy como cualquiera y las veces que hago de marioneta, o de cantante, o de almohada sobre la cama y cuando me rio un poco como loca porque los nervios empiezan a dominarme, todo esto me resulta tan normal. Sin embargo, ahora sólo escribo junto a él, a veces así lo hacemos, el dibuja y yo escribo y también a veces él esta tan quieto como yo y sin mirarnos seguimos en nuestros papeles, pero en el fondo quisiéramos revolvernos, regresar a ayer cuando estabamos haciendo el amor, pero ese acto ya terminó, entonces borramos las líneas, las palabras y apagamos la luz.