domingo, febrero 24, 2008

DIBUJANDO. FEBRERO 2001

Es difícil aprender viviendo y determinar si lo aprendido ha sido suficiente, lo mínimamente necesario para seguir y antes de poderlo lograr casi siempre se hace de noche; y de noche es cuando más se piensa en la luz. A diferencia de otras cosas la luz transforma todo, ella o su ausencia, siendo la obscuridad la que más nos inquieta. El crepúsculo es el comienzo de la noche y el fin del día, así te convences de que principio y fin son una misma cosa, de que luz y obscuridad son indisolubles. También es de saberse que cada acto tiene tres momentos como cuando veo a Jorge dibujar mordiéndose los labios, primero coloca la hoja y hace unos trazos, luego le da color y al final cuando ha cubierto toda la hoja y esta a punto de firmarla comienza a llover, gota tras gota y de pronto se detiene y mientras yo miraba, dibujaba con Jorge, me mordía sus labios, caía con cada gota y los actos seguían sucediéndose. Ahora esta encendida la luz en la habitación, pero cuando no, dentro es más obscuro que afuera, miro por la ventana, mientras Jorge dibuja ¿escaparme?, ¿alejarme? Quizás también este ahí a dónde vaya, escondida entre las hojas de los arboles, verdes, amarillas cafés que caen; la obscuridad también esta ahí, tras las hojas, tras las bardas, en las calles, en los patios, en las casas, dentro de los cuerpos, en los ojos, dentro de Jorge, dentro de mi brotando como sangre de una vena rota. Vuelvo a mi hoja que es distinta a la de Jorge, y regreso asumiendo que debiera ser así, que las cosas son así como las veo pero me detengo porque tal vez Jorge no dibuja sino habla, y tal vez nada de lo que veo es como me parece, pero no sé. El lápiz en la mano que dibuja sobre la hoja de papel. Yo escribo y estoy tan quieta, tan silenciosa, pudiera actuar pero no lo hago, a veces sí y sé que en el fondo soy como cualquiera y las veces que hago de marioneta, o de cantante, o de almohada sobre la cama y cuando me rio un poco como loca porque los nervios empiezan a dominarme, todo esto me resulta tan normal. Sin embargo, ahora sólo escribo junto a él, a veces así lo hacemos, el dibuja y yo escribo y también a veces él esta tan quieto como yo y sin mirarnos seguimos en nuestros papeles, pero en el fondo quisiéramos revolvernos, regresar a ayer cuando estabamos haciendo el amor, pero ese acto ya terminó, entonces borramos las líneas, las palabras y apagamos la luz.

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