El martillo no deja de golpear, luego le siguen los escombros al caer al piso, una y otra vez, el golpe y el caer. Ya lo habré intentado todo para no escuchar esta música de tambores rotos, incluso me cubriré los oídos y cantaré una canción como cuando era niña y no quería escuchar a mis padres, pero el martilleo no se detendrá, seguirá una y otra vez como las llantas del auto de papá que giran y giran sobre el asfalto mientras mi tía Lucia y yo le decimos adiós desde la ventana. Luego sentada junto al tocador miraré a mí tía mientras se cepilla el cabello, jugaré con el alhajero, con los collares al cuello y me comeré el labial rojo. Ella me mirará, se reirá. Me dirá: pequeña Claudia tu madre va a matarme si te ve, ven para limpiarte la cara. Me sentaré en sus piernas y con una franela húmeda me quitará todo el color. Miraré los aretes de piedras azules sobre el tocador, me parecerán estrellas. Mi tía buscará unos zapatos en el closet y yo tomaré los aretes, los guardaré en los bolsillos de mi vestido. Mi abuela me llamará a comer, me olvidaré de los aretes y de todo, excepto de que nunca me han gustado las lentejas, y mi abuela no me dejará levantar de la mesa, hasta que termine la comida. Luego vendrán mis padres por mí, iremos en el coche de papá donde se me caerán los aretes y no me daré cuenta porque estaré jugando con Andreas, mi hermano, que es más pequeño que yo por un año. Días después mi mamá encontrará los aretes, y gritará a mi padre: ¿cómo es que los aretes de Lucia están ahí?. Me esconderé bajo la cama sin atreverme a decir que yo los traje, los ojos de mamá estarán llenos de lágrimas y mi hermanito vendrá como otras veces a esconderse conmigo bajo la cama y nos quedaremos ahí hasta que llegue el divorcio y la tía Lucia para evitarlo, inútilmente se habría ido lejos, sin decir a donde, dejando a la abuela. El polvo blanco y los ladrillos cayendo. Me resignaré a salir de la casa, no opondré resistencia cuando los demoledores me hagan salir, entonces dejaré todo, me iré, huiré, porque en el fondo no hay otra manera de decirlo y si pudiera engañarme trataría de pensar que finalmente “no hay manera mejor” y pronunciaré las frases que mi tía dijo a la abuela al irse: “por el bien de todos”, “el tiempo lo dirá”, “el tiempo sabe”, pero ¿qué sabe el tiempo de nosotros?, jamás se ha detenido a esperar un poco, cuando no hemos querido crecer, por ejemplo, cuando estábamos bien a los cinco años y no queríamos ser como los mayores y cuando tampoco queríamos que la abuela se fuera haciendo cada vez más pequeña, cada vez más arrugada y lenta hasta quedarse muy quieta como la cama en que dormía. Por fin se detiene el martilleo, cierro los ojos, podría reconstruir la casa de la abuela tan sólo con los recuerdos: la vereda del jardín, la escalera hacia la habitación de la abuela y el espejo del tocador donde pasaba horas mirándome, a veces con el vestido sucio por haber gateado bajo la cama buscando los zapatos que primero me había parecido buena idea esconder, hasta que la abuela empezó a buscarlos por todos lados, diciendo que esa memoria suya se había ido corriendo lejos y ella ya no podía alcanzarla, menos sin sus zapatos. Me sentía tan culpable, mi abuela iba perdiendo todo por mí.
miércoles, mayo 21, 2008
LA CASA DE LA ABUELA
El martillo no deja de golpear, luego le siguen los escombros al caer al piso, una y otra vez, el golpe y el caer. Ya lo habré intentado todo para no escuchar esta música de tambores rotos, incluso me cubriré los oídos y cantaré una canción como cuando era niña y no quería escuchar a mis padres, pero el martilleo no se detendrá, seguirá una y otra vez como las llantas del auto de papá que giran y giran sobre el asfalto mientras mi tía Lucia y yo le decimos adiós desde la ventana. Luego sentada junto al tocador miraré a mí tía mientras se cepilla el cabello, jugaré con el alhajero, con los collares al cuello y me comeré el labial rojo. Ella me mirará, se reirá. Me dirá: pequeña Claudia tu madre va a matarme si te ve, ven para limpiarte la cara. Me sentaré en sus piernas y con una franela húmeda me quitará todo el color. Miraré los aretes de piedras azules sobre el tocador, me parecerán estrellas. Mi tía buscará unos zapatos en el closet y yo tomaré los aretes, los guardaré en los bolsillos de mi vestido. Mi abuela me llamará a comer, me olvidaré de los aretes y de todo, excepto de que nunca me han gustado las lentejas, y mi abuela no me dejará levantar de la mesa, hasta que termine la comida. Luego vendrán mis padres por mí, iremos en el coche de papá donde se me caerán los aretes y no me daré cuenta porque estaré jugando con Andreas, mi hermano, que es más pequeño que yo por un año. Días después mi mamá encontrará los aretes, y gritará a mi padre: ¿cómo es que los aretes de Lucia están ahí?. Me esconderé bajo la cama sin atreverme a decir que yo los traje, los ojos de mamá estarán llenos de lágrimas y mi hermanito vendrá como otras veces a esconderse conmigo bajo la cama y nos quedaremos ahí hasta que llegue el divorcio y la tía Lucia para evitarlo, inútilmente se habría ido lejos, sin decir a donde, dejando a la abuela. El polvo blanco y los ladrillos cayendo. Me resignaré a salir de la casa, no opondré resistencia cuando los demoledores me hagan salir, entonces dejaré todo, me iré, huiré, porque en el fondo no hay otra manera de decirlo y si pudiera engañarme trataría de pensar que finalmente “no hay manera mejor” y pronunciaré las frases que mi tía dijo a la abuela al irse: “por el bien de todos”, “el tiempo lo dirá”, “el tiempo sabe”, pero ¿qué sabe el tiempo de nosotros?, jamás se ha detenido a esperar un poco, cuando no hemos querido crecer, por ejemplo, cuando estábamos bien a los cinco años y no queríamos ser como los mayores y cuando tampoco queríamos que la abuela se fuera haciendo cada vez más pequeña, cada vez más arrugada y lenta hasta quedarse muy quieta como la cama en que dormía. Por fin se detiene el martilleo, cierro los ojos, podría reconstruir la casa de la abuela tan sólo con los recuerdos: la vereda del jardín, la escalera hacia la habitación de la abuela y el espejo del tocador donde pasaba horas mirándome, a veces con el vestido sucio por haber gateado bajo la cama buscando los zapatos que primero me había parecido buena idea esconder, hasta que la abuela empezó a buscarlos por todos lados, diciendo que esa memoria suya se había ido corriendo lejos y ella ya no podía alcanzarla, menos sin sus zapatos. Me sentía tan culpable, mi abuela iba perdiendo todo por mí.
jueves, mayo 08, 2008
MINIMALISMO
martes, abril 15, 2008
Minificción
Monje budista.
jueves, abril 03, 2008
El poder de unas tijeras. Minificción
Ella por fin lo hizo, tanto tiempo atrapada en las exigencias de Carlos que no podía creer que lo había hecho, le parecía increíble, lo había planeado muy bien, como si se tratara de los preparativos de una cena para los amigos de Carlos, poniendo atención en el más mínimo detalle, con esa pulcritud de las buenas amas de casa. No le importó que él le suplicase, ni las lágrimas, ni los gritos, ahora es libre de él, tan libre que se cortó el cabello ella misma.
miércoles, marzo 19, 2008
Historia rota (poema)
La boca llena de arena,
las preguntas impronuciadas
vagas como los sueños,
no podian tomarse con los labios
cubiertos de fina capa de sal,
la playa de guijarros.
¿Quién decidió ahorrarse las frases gastadas
las frases de tres lagrimas
de quizás sea lo mejor
y quedarnos en silencio?
Entonces sólo se trataba de distinguir,
de acariciar la figura contigua como si existiera dentro.
La historia rota fue una paradoja interminable:
mirar hacia delante de tanto mirar atrás.
Ahogados en el tiempo sin tiempo,
en la tristeza de lo que no se sabe,
en el pasado que no necesita moverse,
piedra viva, un asunto no concluido.
Masiva quietud. Viento ineludible.
Un amor arrastrado al purgatorio,
sin sombra,
sin caligrafía,
sin esperanza.
La obscuridad del paisaje muerto.
La brisa extranjera escribiendo temblorosa,
diciendo tu nombre,
persuadiendo al destino corregido de dar otra oportunidad,
lujuria reivindicando al amor;
pero el dolor impertinente llegó.
martes, marzo 11, 2008
SIN TÍTULO (POEMA)
De golpe
me arrojo
con mis brazos extendidos
hacia tu cuerpo
así desnudo
agua hacia tu boca
tan absoluta
con mi regazo
y vestido abiertos
de espaldas
lentos
sin vacío
y al tiempo
con tus manos
me aprietas a ti
cerramos los ojos
comienzo a susurrarte
la realidad empieza a desdibujarse
te murmuro
tu sueño
dejo correr el tiempo
y voy leyéndote los mapas de la piel.
martes, marzo 04, 2008
Entretiempo (poemas)
El viento la arrastra,
la empuja ondulante por la ciudad
-humo como niebla-
la hace crujir, gruñir, gritar,
fragmentarse en polvo sin que nos demos cuenta.
AUSENCIA (poemas)
El espacio quieto de tu cuello
antes de tocarlo, el temblor, la oscuridad
misericordiosa, la duda inquebrantable.
Carne contra labios, dulce carne,
las redes condenan al pasado.
El secreto imposible,
el sueño que no llega,
la habilidad para envolverte
en mi pierna sin ser visto,
la habilidad para hacer sentir
la ausencia sin partir.
¡Cómo te quiero! (narrativa)
¡Cómo te quiero!, lo dije con voz casi inaudible, es un alivio que no lo hayas escuchado o no sé si debo pensar que es una pena, simplemente es mejor así.... tú sólo sigue en la regadera, mientras pienso en ti.
¿Te parece difícil entender que alguien se una a los manifestantes sólo por simpatía?, ¿En serio?, ¿Ni siquiera entiendes porqué alguien puede convertirse en un revoltoso?, ¿Crees que es gente que no tiene nada mejor que hacer?, ¿Tampoco comprendes cómo alguien puede interrumpir estrepitosamente en la iglesia?, ¿O cómo alguien puede correr desesperadamente por la avenida, correr sin tener dirección, correr sin parar, sin tener en mente ningún lugar, sólo el impulso de correr con la respiración como atorada entre ramas y la voz que sale deja de ser un grito apenas un sonido, mejor dicho como si fuera más bien un ladrido, no una voz humana? ¿Crees que no deberían de hablar de injusticia, injusticia es enmugrar la ciudad y ocasionar embotellamientos cuando tú tienes prisa por llegar a la oficina?. Es cierto, tienes razón.
Para mí no es tan difícil, sé que seré uno de ellos, uno de esos desesperados que tú no entiendes. Seré yo el que corra de un lado a otro como un loco, el día que tú me llames y a través del auricular digas que me dejas. Esa noche desearé sentirme como antes de conocerte, como antes de creer ingenuamente que te conocía como ningún otro hombre lo haría. Antes de que dijeras que hay otro hombre aunque yo no lo pregunté, antes de que dijeras que había habido otros. Antes de que me dejaras un tiempo compartido y simplemente dijeras que las cosas siempre cambian. Antes de la ira en la garganta: tu cuerpo y el de un extraño, otro, no yo. La ira y el impulso de tomar tu cuello delgado, de apretarlo, de ver tus ojos cerrarse con la esperanza de que así acabe el dolor, cerrar esos ojos tuyos y olvidarlos. Luego saldré corriendo de la casa, sin importar la hora, al lugar que sea, y tú seguirás igual, no me entenderás, pensarás qué insensatez, estarás convencida de que tuviste razón en dejarme. Esta bien tú eres así y yo....mírame, te llevo la toalla al baño, la has olvidado en la cama.
¿Ana, en la desesperación o el miedo correrías hacia el dios de la violencia? ¿Levantarías un bate de béisbol como arma? ¿Conducirías una camioneta a alta velocidad? ¿Arrollarías a hombres y mujeres que se te pusieran al paso, gritando Hijos de su Santa Tolina de Atocha, más aún con un par de uniformados por la espalda, con sus motocicletas corriendo velozmente tras de ti?, ¿Ana, no podrías hacer algo así?, yo tampoco, ¿Tampoco harías algo como la pareja que vimos en el café?
Tocan a la puerta, observo el marco pero no hay siluetas ni pies en el resquicio, tú ni te inquietas, entonces creo que lo imaginé, te miro otra vez mientras te vistes con el vestido azul que es mi favorito.
¿Entonces sí recuerdas a la pareja, a esos que salieron sin pagar y que además aprovecharon la oportunidad para tomar el efectivo de las propinas de otras mesas?. A ese hombre lo vi hoy en el parque, estaba solo, lo vi jalando algo de entre los arbustos, luego vi que era un cachorro, paso cerca de mí, y escuche que le llamaba cariñosamente bofy; unos minutos después me encontré con un chico y su padre buscando al cachorro. ¿Qué a qué hora fue eso?, como a las seis, antes de venir a verte, como siempre puntual, para ver si funciona lo de domesticar, ¿qué ya no te diga tantas cosas raras? esta bien ya no lo haré, eso sólo lo entienden el principito y el zorro, no, no te dije zorra.
jueves, febrero 28, 2008
ECO, EL UMBRAL DE LA LIBELULA (poemas)
ECO |
martes, febrero 26, 2008
Telarañas finas (Poemas)
I
El mundo entero separado en telarañas finas
-que se rompen como palabras-
por delgados hilos senderos y trampas tejido
-al igual que las palabras-.
El mundo las palabras una red un acantilado un laberinto
con minotauro hambriento
donde perderse
donde caer.
II
Las uñas hacen su trabajo
rasgan rompen resquebrajan
espontáneo deleite el sonido del papel en fragmentos
-en fragmentos las palabras-
como cuando un tenedor se pasea por el plato
siguiendo su silueta circular.
III
¿Qué queda?, dar
un paso, una palabra,
atreverse, verse en el espejo de la hoja
ciega y escucharlas, palabras.
dejarlas ahí, revivirla,
culpa del tiempo perdido,
un condenado se acerca a su destino
un paso más, una palabra menos,
no siempre las mismas palabras de despedida
pero siempre el mismo silencio entre las palabras
¿qué queda?, engañarnos,
escribir.